19 dic 2010

Capítulo 38: Más allá de lo que ves

Furiosa, fui al baño dando pataletas. "Menuda hipócrita. Se lía con el chico por el que estaba loca, y ahora que él pasa como de la mierda de ella pretende que YO la ayude. ¡Menuda cara! Que se fastidie, que se esfuerce por llamar y por que la perdone. Yo no pienso dar el primer paso..."
-Cariño, ¿estás bien? -me preguntó mi abuela, extrañada.- Llevas una cara de mala uva...
Suspiré.
-Nada, abuela, es que la gente es muy pesada...
Me dio un beso en la cabeza.
-Anda, tranquila, que sabes que tú le das mil vueltas a cualquiera de tus amigas, cariño. Vete a la ducha, ahora que no hay nadie.
-Vale. Gracias, abuela. -no le hice ni caso, y proseguí mi retahíla de insultos hacia mi "amiga". Cerré la puerta con pestillo, y me quité la ropa. Encendí la radio, Los 40 Principales, y abrí el grifo. El agua comenzó a hacer un ruido tremendo al chocar con fuerza contra el plato de la ducha, por lo que le subí el volumen a mi Tivoli. Me metí con calma en la ducha, y suspiré al notar el agua cálida contra mis hombros, empapándome el pelo y rodeándome de vaho y calor. Adoraba mis momentos de duchas interminables, en las que pensaba todo lo que me había pasado, me daba tiempo para aclarar mis ideas y tranquilizar mis ánimos. Que era, precisamente, lo que más falta me hacía en ese momento.
-Want you to make me feel like I’m the only girl in the world... -canturreé fuera de tono. Esa era otra de las ventajas de la ducha, el sonido estridente del chorro de agua al caer amortiguaba la voz y así podías chillar todo lo que quisieras, no podrían reírse de mis gallos, ya que apenas me oía a mí misma. La canción me hizo acordarme de Jaime, de todos y cada uno de los momentos que pasamos la noche anterior. No recordaba algunos, por ejemplo no recordaba exactamente lo que le había dicho en el portal, pero sí recordé que casi me había echado a llorar. Mis copas de vodka lima estaban demasiado cargadas.
Me enjaboné el pelo con calma, disfrutando del olor de la papaya de mi champú hidratante. "No lo entiendo. ¿Qué le he hecho a ese chico para tenerlo para mí? Es sorprendente. Increíblemente guapo...", se me escapó una sonrisa. "Tan mono...".
De repente me acordé de Gonzalo. No comprendía sus palabras de anoche. Tampoco comprendía que Damon apuntase su número poniendo "Damon 2". Tampoco entendía que Damon le hubiese salvado del retrasado que le había rodeado en aquella esquina. Ni siquiera comprendía el por qué de su ayuda, no tenía motivos, ni ganas, ni era algo que soliese hacer. Me extrañaba mucho que lo hiciera por mí. "¿Por qué?", pensé con el pelo enjabonado. "¿Qué le había motivado a ayudarme? ¿Qué podría sacar a cambio? Porque dudo que lo hubiera hecho gratis...".
De repente, quién sabe si fue la ley de Murphy o lo que fuese, me entró en el ojo champú. "Mierda, lo que me faltaba, colega. Dios...", gemí.
-¡Pica!
Mantuve el ojo cerrado, mientras con el otro buscaba algo de suero. No quedaba. "No me queda otra que aguantar...".
Me aclaré el pelo del champú, me enjaboné rápidamente, me aclaré el cuerpo y cerré el agua. Suspiré de nuevo. Tendría que abrir el ojo para maquillarse, por lo que tendría que hacer un esfurecito. Lo abrí lentamente, despacio, y fui capaz tras unos segundos de vista borrosa de ver que el cuarto de baño estaba lleno de vaho, y que apenas se podía respirar por la boca sin toser. Me acerqué al espejo, y me miré fijamente. Mis ojeras eran notables, mi cara de mal humor también, y tenía el ceño fruncido, ni siquiera me había dado cuenta. Relajé los músculos de la cara, y procedí a secarme el pelo con la toalla. "Quiero ver a Jaime ya de ya. Pero ya.".
Me puse crema, y con la toalla salí del baño rápidamente. Después del calor de la ducha comencé a tiritar del frío.
Entré a mi habitación y cerré la puerta tras de mí. Me puse la ropa interior, y abrí el armario. Gemí de impaciencia. Iba a tardar en escoger la ropa, no había pensado nada.
-Coge algo a boleo, seguro que aciertas. -me dijo mi madre, que había entrado en la habitación. Asentí.
-Vale... -cerré los ojos y cogí algo. Los abrí. Miré a mi madre de mal humor.- No sé para que te hago caso... -dije mientras metía de nuevo mi antiguo neopreno en el armario. Ella rió.
-Pues irías de lo más mona.
-¡Mamá, vete a la porra! -salió de la habitación riéndose a pleno pulmón.
Volví a enfrentarme a mi abarrotado armario. Me decidí por mi camisa a cuadros negra y roja, unos shorts muy cortitos vaqueros, unas medias negras con dibujos de puntos cosidos, mis botines negros de tacón y una cazadora Belstaff. Me asomé a la ventana, y parecía que hacía frío, por lo que cogí también un par de camisetas interiores, y una bufanda enorme de lana negra.
Me vestí lo más rápido que pude, y salí de nuevo hacia el baño para maquillarme. El pelo largo lo tenia aún un poco húmedo, pero no me importó demasiado. Me pinté la raya negra, rímel y polvos de sol. En diez minutos estaba lista. Por desgracia, el resto de mi familia, no. Mis hermanos Jorge y Carlos aún estaban sin vestirse, y mi madre estaba aún en camisón. Por lo que me metí en Tuenti. Tenía como treinta fotos nuevas, y en una de ellas aparecíamos Jaime y yo besándonos. Lo peor era que se nos distinguía perfectamente. No comenté en la foto (la había subido alguien que no conocía, y me había etiquetado Jaime), y había recibido varias peticiones de amistad, entre ellas la chica que había estado llorando en el baño, María Paz. Descubrí que no era ni pelirroja ni con ojos azules: era rubia con los ojos grises. Se había teñido de pelirroja (según los comentarios de su tablón) para la fiesta, por cambiar, y llevaba lentillas azules, pero los tenía grises. Vamos, que era alguien totalmente distinto a quien había visto en el baño. Me empecé a reír. "Hay que ver, piensas que una persona es de una manera, pero luego te das cuenta de que no..."
De repente, mi teléfono sonó a todo volumen. Corrí a cogerlo, y sin mirar pulsé "Responder".
-¿Diga?
-Perdóname algún día...

11 dic 2010

Capítulo 37:Mañana extraña

Oscuridad nocturna. Un reloj-despertador se ilumina, 5:43 AM. Voces, susurrantes, extrañas.
-¿Qué haces? Vas a despertar a los niños...
-No se despertarán, me encargaré yo mismo de que no hagas mucho ruido...
-¡MMPPHH!
-¡Calla, ya!
Silencio.
Algo metálico cae al suelo.
Sollozos.
-Socorro...

Sentí una mano al lado de mi cara. Di un salto sobresaltada en la cama. Abrí un ojo, para ver quien era. Vi la silueta de mi padre.
-Cariño, ¡arriba! Es domingo, he hecho croissants. -dicho esto, se alejó de mi alrededor.
Me acurruqué aún más en la cama.
-Vale. Guárdame unos para... La merienda.
-Carmen, levántate ya. -dijo, con voz repentinamente autoritaria. Me extrañé, mi padre, el buenazo de mi padre, con voz seria. Debía de estar realmente de mal humor para hablar con ese tono. Comprendí que era mejor levantarme antes de que se enfadara aún más.
-Vaaaale... -dije, resignada. Me incorporé, lo que provocó un mareo repentino y la pérdida del sentido del equilibrio. Miré a mi padre, que estaba apoyado en el marco de la puerta.
-¿Un poco de intimidad, por favor...?
Suspiró.
-Ya me voy, ya. Pero ven a desayunar en seguida. -y se marchó. Emití un ligero quejido, ya que me dolía demasiado debido a la resaca. "No vuelvo a beber tanto ni de coña..." me prometí.
Me levanté, y casi me caigo al suelo. "Mierda". Fui a mi armario despacio, apoyándome en la pared para no caerme. Cogí la bata, me puse las zapatillas y me dirigí a paso de tortuga hacia la cocina. Antes de entrar decidí que era mejor ir primero al baño a despejarme. Al llegar me encontré con Jorge de frente, el cual me miró inquisitivamente.
-Alguien ha bebido más de la cuenta ayer... -canturreó muy bajo. Le miré furiosa.
-Como se te ocurra decirle algo a mamá, le digo lo de Carmen y tú en casa, antes del verano. ¿Te apetece?
Sus ojos brillaron de odio.
-Hablamos el mismo idioma. -masculló. Luego, se acercó a mi oreja y susurró:- Lávate la cara con agua fresca, y bebe algo. Si vas con la cara húmeda se notará menos.
Me sorprendió ese gesto de solidaridad hacia mí. Lo captó al vuelo.
-No lo hago por ti, papá ya está de muy mala hostia hoy.
Le miré afirmativamente.
-Es verdad, tú... ¿Qué le pasará?
-Ni zorra, pero a mamá no le hace ninguna gracia. Están ambos muy raros hoy. Ni de coña me beneficiaría que se cabreasen, les voy a pedir el piso de la Castellana el próximo finde.
-Menudo interesado...
-Efectivamente. Así es como se triunfa en la vida, querida... -se alejó rápidamente.
Me metí en el baño, y en efecto, tenía una cara que daba pena. Me la mojé varias veces, me bebí al menos dos litros de agua, pero mi cara de resaca seguía ahí, martirizándome.
"Ojalá que mamá no se de cuenta...".
Con la respiración contenida, y la cara empapada, entré en la cocina. Mi madre estaba sentada en la mesa, con una taza de café en una mano, y el periódico de ayer delante. A pesar de todo, tenía la mirada distante, como si no estuviera ahí. La observé unos segundos, hasta que se dio cuenta de que existía.
-Oh, buenos días, hija... -dijo, tan solo. Me acerqué a darle un beso, y nada más tocarla, se sobresaltó.
-Dios mío, ¡estás mojada!
Me reí, para ocultar mi nerviosismo.
-Si, es que me acabo de lavar la cara con el jabón, y no me apeteció secarme... -seguía hablando, pero me percaté de que me oía, pero no me escuchaba en absoluto.
-Ah, vale... Muy bien, desayuna, anda. -se levantó despacio, y se marchó. Me quedé sola, y con una cara de desconcierto que no me la quitaba nadie. ¿Qué pasaba hoy? "¡Todo el mundo está raro hoy!".
Me encogí de hombros. "Mamá tendrá las hormona revolucionadas, papá no se ha tomado su café esta mañana, y Jorge... es idiota".
Me preparé el desayuno con calma: mi capuccino de Nespresso, con tostadas de mermelada de fresa. Me lo tomé despacio, saboreando el crujiente pan con la mermelada abundante.
Mi hermano Dani apareció con una sonrisa de allí a Málaga.
-¿Sabes? A mis amigos les pone tu sujetador...
-Vete a la mierda, enano. Me las vas a pagar. -amenacé. Se empezó a reír.
-Veeeenga hermanita, ¿se lo vas a decir a míster rubiales?
Me quedé helada.
-¿Que ladras, tú? No hables si no sabes... -le dije furiosa. Me miró fijamente.
-Las noticias vuelan... El señor ojitos está contigo. Hay fotos en Tuenti de vosotros juntos.
-¿Estás de broma?
-No, hermanita. Eres el tema de conversación de hoy, más incluso que tu sujetador.
"Dios, que vergüenza..." pensé.
-Pues sí, estoy con un chico. ¿Te molesta?
-Para nada, tranquila. -dijo él, riéndose.- Pero sé de alguien a quien no le va a hacer gracia verlo... Y estoy seguro de que ya lo ha visto.
-¿De qué hablas? -pregunté, de mal humor.
-Ya lo verás, aquí el menda se entera de todo... -me levanté a dejar las cosas en el lavavajillas, y le di una colleja.
-¡Ay! -protestó.
-Ajo y agua, enano. -dije, riéndome. Me fui a mi habitación, y encendí el iPhone. Tenía tres mensajes nuevos.
"Jaime del Campo-09:59
Buenos dias, princesa ;)
tengo ganas de verte, enana (:
despues de comer te llamare y quedamos vale? te echo de menos :(
te quiero mucho !"
Sonreí.
"Catita (:-07:21
QUIERO QUE ME EXPLIQUES ESAS FOTOS CON JAIME DEL CAMPO A LA DE YA!
en la comida cariño (;
te amooo(L)"
"Esta Cata, tan cotilla..." pensé. "¿Habrá visto las fotos?"...
"Paula Martinez (en fin, falsa)-10:57
Car, soy yo. q mira q te queria decir q he cortado cn lino, es 1 gilipollas. m llamas cuando leas esto? xfa, lo necesito de veras. tambien queria decirte q lo siento, q fui una imbecil... ya hablamos va? te echo de mens."

La sangre se me heló en las venas. ¡Venía a pedirme perdón cuando lo han dejado! "Que zorra...", pensé furiosa. Tiré el móvil a la cama, me cogí mi radio y me fui furiosa a la ducha.
"Gracias, Paula, me acabas de amargar la mañana"

4 dic 2010

Capítulo 36: ¡Vaya noche!

(SIENTO NO HABER ESCRITO EN ESTE TIEMPO, ESPERO QUE LA ESPERA HAYA MERECIDO LA PENA, AUNQUE LO DUDO. MUCHÍSIMAS GRACIAS A AQUELLOS QUE ME HABÉIS APOYADO CON VUESTROS COMENTARIOS DEFENDIÉNDOME, CON VUESTROS PRIVADOS, POR VUESTRA ILUSIÓN. GRACIAS, DE VERDAD, ¡SOIS LA RAZÓN POR LA QUE SIGA ESCRIBIENDO! :D)
Al entrar vi casi el doble de ambiente que hacía una media hora. Estaba claro que el alcohol comenzaba a hacer efecto en todos los invitados, ya que había un grupito de chicas subidas en una tarima "bailando" (o más bien dando tumbos). Sonaba In My Head, el remix. Fui como pude hacia la barra, ya que localicé a un grupito de chicas rodeando a alguien, y deduje que era él, teniendo en cuenta la reacción producida en ellas a nuestra llegada.
Y, por supuesto, no me equivocaba.
-Ay, de verdad, ¡últimamente te vemos poquísimo! ¿No fuiste a la fiesta de Wiki?-dijo una, si no recuerdo mal se llamaba Lara.
-Es que he estado aprovechando el tiempo con mi...-cuando me acerqué al corrillo, Jaime sonrió y me cogió por la cintura.- novia, Carmen.
-Hola, chicas. Encantada.-sonreí, amable. Aunque en realidad me moría de ganas de irme de allí, me sentía como un ratón de experimentos, observada con ojos críticos mientras que el grupo pensaba e la forma de boicotear nuestra relación (lo sé, lo vi en sus ojos).- ¿Podemos hablar, Jaime?- le dije con la mirada que nos alejáramos de allí lo más pronto posible. Comprendió al instante.
-¡Vámonos! -las chicas suspiraron entristecidas al darse cuenta de que Jaime estaba pillado. El cincuenta por ciento de ellas me miró con cara de odio. El veinticinco con envidia, y luego tres o cuatro chicas me sonrieron. Las imité, y me alejé del centro de la pista con Jaime muy cerca de mí.
-Me tendría que ir ya, lo siento... -comencé, con pocas ganas. Me cogió de la mano y me sacó de la discoteca.- Son las tres...
Me besó descontroladamente. Me sorprendió su arrebato de amor tan repentino, pero no estropeé el momento. Le seguí el juego. Nuestros labios se compenetraban a la perfección, olían al regusto de sal tras los chupitos de tequila. Me encantaba cada milímetro de su cara, cada parte de su cuerpo: sus ojos verdes, su nariz algo grande, sus orejas pequeñas, su amplia espalda, sus brazos fuertes, su ropa, su pelo, sus manos, sus piernas, él en conjunto me volvía loca. Me sentí algo ebria, había bebido algo más de la cuenta, y mi cabeza me daba vueltas. Él tampoco estaba muy bien, aunque jamás borracho. Pero estaba lo suficientemente contento como para besarme de ese modo abrasador en medio de la calle. No me importaba, sentía que las calles eran nuestras y que solo dependíamos el uno del otro. ¿Eso era amor? Es un poco difícil enamorarse en tan poco tiempo, pero nada es imposible. Puede que solo sea atracción, sex-appeal, necesidad. Pero lo importante es que no podíamos separarnos el uno del otro.
Sus manos recorrieron mi espalda, hasta llegar a mi culo, en donde se quedaron. No opuse resistencia. Le cogí la cara con una mano y me enganché a el con el otro, mientras me besaba apasionadamente, sin reparo. Lo hacía tan bien...
Algo dentro de mí se revolvió. Sabía que no estaba haciendo lo correcto, sabía que debía ser sensata, pero mi sentido de la responsabilidad se había escondido tras la quinta copa. Solo importaba que me besara el tiempo que hiciese falta, que fuera totalmente dependiente de él toda la noche, que no nos tuviésemos que despedir jamás.
-¿Vienes a mi piso...? Está cerca de aquí... -susurró mientras me besaba el cuello.
Eso me despertó totalmente. No quería hacerlo ahora, no me sentía preparada... No quería.
-Nno debo... -contesté, con un hilo de voz. El momento se estropeó. Él entró en razón, y se separó de mí lentamente. No me soltó la mano, pero me dejó de besar. "Mierda. La he cagado".
-Tienes razón. Lo siento mucho, Carmen. No estoy muy... -se excusó. Le abracé.
-Ni te preocupes.
Nos quedamos un rato abrazados, mientras él me acariciaba el pelo. Me estremecí de placer.
-¿Sabes qué? -dijo tras unos minutos de silencio. Le miré irónica.
-¿No irás a decirme "te quiero", verdad? -pregunté, mientras me reía. Él me miró muy serio.
-¿Es que no lo puedo decir? -contraatacó. Me sonrojé.
-Queda muy peli Disney, ¿no te parece?
-¿Y a quién le importa como quede? ¿Es que no te gustaban las pelis de princesas?
-Mi madre me solía decir que no debía creer en esas películas tan falsas, porque acabaría queriendo ser una. Y como que es un poco complicado en este mundo... -respondí, audaz. Sonrió.
-Tu madre es muy lista. Pero hay algo con lo que no contó...
Me quedé un instante pensando en el corte que me iba a soltar.
-A ver, sorpréndeme. ¿Con qué no contó?
Me miró muy dulcemente, y se acercó a mí.
-Que... -susurró. Sentí su aliento muy cerca de mis labios. Estaba deseando besarle, pero me quedé muy quieta.
Pasaron unos segundos eternos. Se empezó a reír.
-Te lo digo cuando lleguemos a tu casa.
Le pegué con el bolso, y empezamos a reírnos muy alto, tanto que creí que nos iban a denunciar por escándalo público a altas horas de la noche. No nos importaba como nos mirasen, ni lo que dijeran sobre nosotros. Me sentía totalmente feliz, radiante.
En un momento dado, después del calor de los besos y las risas, comencé a tiritar. Me puso su jersey sobre los hombros, y me negué mil veces, porque se moriría de frío. Me sobornó con que no me hablaría nunca más en la vida. Accedí a llevarlo, obviamente, aunque sabía que aunque no me lo pusiera, me hablaría igual.
Llegamos en quince minutos a mi portal.
-¿Quieres entrar un ratito? Son y veinte y no me apetece ir a casa todavía. Venga... -le pedí con voz suplicante. Sonrió y me revolvió el pelo.
-Tendré que hacer el esfuerzo... Que rollo.
Fingí que me picaba con él.
-¡Ah, bueno, si te cuesta tanto llamo al portero para que me haga compañía! Hala, vete, vete, con tus "amiguitas", que seguro que te lo pasas mejor que conmigo...
Me miró sorprendido.
-¡Que era broma! No te enfades... -puso voz melosa. Seguí con mi monólogo.
-No, no, que te lo pasarás mejor, que están más buenas que yo, y fíjate, ni tendrás que convencerlas para que se queden contigo, son algo fáciles... -me calló con un beso. Le abracé, y comenzó a jugar con mi pelo.
-Entremos...
Cerré la puerta, y nos tumbamos en el sofá del recibidor. Me tumbé yo primero, y él se abalanzó sobre mí. Comenzó a besarme las mejillas, el cuello (provocando un temblor en mi cuerpo), la base de mi cuello, el escote, los brazos. Me sentía fuera de mí. No me forzaba a hacerlo, pero me apetecía. Me sentía con ganas, con ilusión. No nos daría tiempo, por desgracia.
De repente habló mi subconsciente por mí.
-¿Por qué yo?
Se detuvo. Nos quedamos en silencio.
-¿Lo he dicho en voz alta?
Asintió.
-Efectivamente.
Me sonrojé.
-Lo siento... -me había pillado.
-Calla. -me interrumpió. Me cogió de la mano.- ¿Por qué tú que?
Me quedé callada. Insistió.
-¿Qué dudas tienes, Carmen?
-¿Por qué tú a mí? ¿Por qué yo a ti? ¿Por qué estás conmigo? ¿Qué tengo de especial? ¡Nada! ¡Solo soy una más, en mi antigua ciudad no me querían, nadie, nadie! ¡Estaba sola! Y de repente, llego a Madrid, y me encuentro con que tú, Jaime, yo a ti te gusto! ¿¡Por qué!? ¡No me lo merezco! No soy una buena persona, ¡te mereces a alguien mejor que yo! -exploté. Las cosas que me había guardado toda la noche afloraron.- He visto a otras chicas que... ¡Que son mejores! No sé, puede que sea una estupidez esto, que no me merezca nada, que seas yo la que tenga que estar agradecida por estar contigo... ¡Que lo estoy! Pero pienso que no... No tengo nada de especial. Que soy absurdamente normal. Que puedes estar con mil chicas mejores...
-¿Puedo hablar? -me callé.- Mira. te lo voy a dejar muy claro. Puede que seas absurdamente normal, puede que no seas la más guapa para muchos, hasta incluso algunos pueden pensar que eres fea, pero estos últimos deben de ir al oculista urgentemente. -sonreí.- Puede que seas algo despistada, algo... Tonta. Pero eres increíble. Eres guapísima. Eres encantadora, eres inteligente, eres sensible, eres... Tú misma, Carmen. Eres tú. Y estoy harto de las esnobs que hay por aquí. Tú no eres como las demás, es cierto. Eres mejor. Y te quiero, sí. Te quiero. TE-QUIE-RO. ¿Necesitas más pruebas?
Me emocioné. Las lágrimas me llenaron los ojos.
-Te quiero... -susurré. Me abrazó.- No quiero perderte.
-No lo harás. Estaré siempre aquí...
Nos quedamos callados, abrazados en el agradable silencio del portal. Sentía algunos coches circular por las frías calles, algunos perros aullando allá a lo lejos, algún grito de bebé, a alguna pareja haciendo algo ruidoso, a alguna ambulancia sonar. Me dio igual el tiempo, el frío y el calor, la lluvia o la niebla, no me importaron ni mis padres ni nadie, tan solo quería seguir abrazada a él.
Rompió la magia.
-Debes subir, son menos cuarto.
Suspiré. Me acompañó al ascensor. Pulsé el piso 10, y esperé. Él estaba fuera, tan guapo como siempre.
-Adiós.... te quiero mucho. -la puerta se estaba cerrando, cuando él puso la mano en medio.
-¡Espera!
Le miré interrogante.
-Dime. -le dije.
-¿Recuerdas lo que te dije de por qué tu madre se equivocaba en cuanto a creer en las películas Disney? ¿En el amor? -asentí. Sonrió y dijo:- Que las escenas románticas de esas pelis, existen. Que el amor existe. Que tú existes. ¡Hasta mañana!
La puerta se fue cerrando y me dio tiempo a gritar:
-¡Te quiero!
Oí su risa algo alta, y decir:
-¡Yo también!
Mientras subía los pisos sonreí ampliamente. Me encantaba él, estaba loca. "Es mío".
Llegué a casa y con cuidado abrí la puerta con la llave. Entré descalza y caminé despacio hasta el baño. Me miré en el espejo: tenía el pelo revuelto, los ojos brillantes, y una cara de felicidad enorme. Sonreí, y fui hasta la habitación de mis padres. Entré silenciosamente, y le di un beso a mi madre.
-Hasta mañana, mamá. -me respondió con un gruñido. Sonreí, y salí de su cuarto para ir al mío. Me quité el vestido, y me tumbé en la cama con la ropa interior. Miré al techo extasiada. "El mejor día de mi vida".
De repente mi teléfono sonó, un nuevo mensaje. Era de Jaime.
"¿Te has dado cuenta de que te has quedado mi jersey? ;)
Andaaa, ya me lo devolverás mañana, que tengo una sorpresita para ti!
Te quiero.
Jaime."
Chillé de emoción. Le respondí.
"Jajajajaj, era parte de mi plan para que tengas la obligación de volverme a visitar, así no te perderé de vista :D
Te quiero muchisimoooo :)"
Apagué el iPhone y cerré los ojos, pensando en la noche que había tenido. Cargadita, llena de cosas raras y de novedades, de líos y de amor. "Le quiero..."