21 may 2010

Capítulo 18: Impresionante

No presté demasiada atención a la presentación. Tan solo en el momento en el que tuve que salir a la pizarra a hablar un poco sobre mí. Les conté poco; no tengo experiencia alguna en aquello de salir a la pizarra y contarles tu vida a treinta y dos adolescentes tu vida sin aburrirlas. Es todo un arte. Por suerte todo salió de perlas, la nueva Carmen era divertida, alegre y sagaz. Las chicas del aula se me quedaron mirando facinadas (no entiendo por qué), y Elena me sonrió de oreja a oreja. Era un encanto de niña, siempre dispuesta a alegrarte el día, aunque eso implique meter su cabeza en la bandeja de la comida.
El día transcurrió perezosamente, y repetí el procedimiento de presentación en casi todas las clases. Tuvimos gimnasia, y me enseñaron los inmensos campos de béisbol y fútbol. Era increíble, Me sentía en mi salsa. Todas eran simpatiquísimas, y así pasó la semana de rápido entre risas. Cuando me di cuenta era viernes; el dia de la fiesta.
Al finalizar las clases nos recogió la madre de Patri porque nos íbamos de compras, y allí íbamos las siete: Cata, Ana, Claudia, Marta, Elena y yo. Era un coche de siete plazas, por lo que Ana se sentó encima de mí. Nos lo pasamos genial, y me compré un vestido precioso. Era negro, por encima de la rodilla, y tenía como una especie de gasa pegada al bajo y al escote, que no era muy exagerado. Al ser casi rubia y de tez algo morena me quedaba perfecto. Me compré unos zapatos preciosos morados con cadenas doradas en la cinta de en medio, de Pepe Jeans. También me compré una cazadora vaquera en Dolores Promesas, ideal. Íbamos a estar espectaculares.
En una cafetería de uno de los muchos centros comerciales en los que entramos empezamos a hablar.
-Tías, creo que el pivonazo de Gonzalo va a venir. ¿Es así, Marta?-preguntó Claudia. Un escalofrío me recorrió la espalda al oír su nombre. ¿Gonzalo va a ir? Dios mío, que voy a empezar a hiperventilar. No te precipites, a lo mejor no va...
Marta sonrió complacida.
-Of course, querida, tengo contactos. ¡Tienes que conocerle, Carmen! Es...buah, ¡indescriptiblemente guapo!- "Mierda. Con todas estas no me va a hacer ni caso".
-Y simpático-dijo Cata, guiñándome un ojo.-Ya le conoce, se lo presenté en el Club.
-Es verdad.-dije, riéndome para evitar que notaran mi rubor. Gracias a Dios, llegaron las bebidas y cambiamos de tema.
A las ocho o así nos fuimos cada una a nuestra casa, y quedamos en ir a casa de Marta a las diez, para ayudarla un poco. Cata se vino conmigo a casa para ayudarnos mutuamente a maquillarnos, peinarnos y esas cosas. Estaba crispada. "Gonzalo viene. Vale, tengo que estar insuperable. Tengo que ser la más guapa de la fiesta. La que más baile, la más divertida...La otra Carmen". Por eso instaba a Cata para que me peinara ideal, que me planchara el pelo bien y que me pusiese el maquillaje como es debido. Lo debió notar, porque en un momento se rió por lo bajo de mi situación.
"Qué ganas de verle" pensé, nerviosa."A ver si hay suerte y se fija en mí. Va a ser difícil, con todas estas chicas guapas haciéndome la competencia". Cata comprendió mi angustia, y me apretó la mano con comprensión.
-Será tuyo-me dijo, con una sonrisa. Le respondí con otra de mis mejores sorisas, aunque teñida con algo de pena. "Realmente lo espero".

17 may 2010

Capítulo 17: Nueva escuela

La verja era enorme. Ya, ya sé que es ridículo fijarse en eso, pero cuando una está nerviosa se puede hasta fijar en el color de las baldosas del suelo. Baldosas que por cierto eran grises. ¿Estoy loca?. Ya sé que me lo he preguntado miles de millones de veces, que parezco estúpida, etc, etc, etc. Pues sí, probablemente lo esté, y si os irrita ésto, no lo leáis.
Era un colegio gigantesco, con multitud de árboles, campos de fútbol y de baloncesto. Flores, espacios verdes, multitud de bancos y de espacios confortables a la vista. En definitiva, el paraíso escolar. Pude apreciar que los arquitectos se habían esmerado en hacer de un colegio femenino un paraíso escolar, y no una tortura. "Qué considerados".
Nos bajamos del coche en el aparcamiento (sí, tenía aparcamiento de verdad, no un reducido espacio pegado a la pared) y nos dirigimos a la búsqueda de las chicas. Cata me guiaba a pesar de su adormilamiento. Fuimos hacia el edificio principal y Cata me preguntó:
-¿Nerviosa? ¿Quieres que te pellizque?- le pegué. La verdad es que estaba nerviosa, pero no quería que se notase. Quería parecer desenvuelta, divertida, simpática. Quería ser la nueva Carmen.
En seguida nos encontramos a Claudia y a Elena, sentadas en uno de los bancos de enfrente de la entrada. Claudia estaba ideal con el uniforme, me dio una envidia enorme. Elena también estaba mona, pero no tenía nada que hacer contra la belleza de Claudia. Ni ella, ni Cata, ni yo ni nadie en el mundo. Elena vino corriendo, arrastrando detrás de ella su bolso de Malababa.
-¡Hola chicas! ¡Buen día! ¿Qué tal estáis?-preguntó Elena gritando.
-¿Por qué chillas tanto? Son las nueve menos cuarto, no es hora de gritar, y además te oímos perfectamente.-protestó Cata.-¿Y las demás?
-Llegarán enseguida, supongo-contestó Claudia tranquilamente, mientras se repasaba el gloss de los labios.-¿Sabes ya a la clase a la que vas a ir?-me preguntó, sonriendo.
-Me pareció ver que me han puesto en cuarto D, en la misma que Cata. ¿Y vosotras? Molaría mazo que estuviéramos todas en la misma.
-Cierto, sería la caña. Pero no es así.-suspiró Claudia. Elena me contestó.
-Yo también, pero Clau no, va con Ana en Cuarto A. Pero Patri también viene a nuestra clase. Ven, te presentaré a tus nuevas amigas-me dijo Elena, arrastrándome hacia un grupo enorme de chicas muy delgadas con faldas muy cortas. "La otra Carmen, sé ella. La estrella, la divertida, la genial".
-Hola chicas, ¿qué tal?. Ésta es Carmen, la prima de Cata. Viene de Galicia, de la costa. ¿A que es genial?
Me empezaron a dar dos besos cada una. No recuerdo todos los nombres, pero había una Sofía, Rocío, Beatriz, Sabela, Lucía, Silvia y Mariana. Del resto no me acuerdo. Eran como quince o así, ¿cómo demonios me iba a acordar de los nombres de todas ellas? Era científicamente imposible.
Me empezaron a hablar todas, y contesté a las preguntas indiscretas con naturalidad. Desde los interrogatorios que he pasado en mi estancia en Madrid ya me había acostumbrado.
-¿Cómo es vivir allí, con lo que llueve?
-¿Hay chicos guapos allí?
-¿Echas de menos tu ciudad?
-¿Tienes novio?
-¡Háblanos en gallego!-gritó una, que creo que se llama Iris. Era pelirroja, alta y muy mona. Me reí. No era la primera vez que me pedían eso, estaba ya hecha a esa situación.
Al poco tiempo tocó el timbre, y me fui con todas estas chicas al interior del enorme edificio principal.

15 may 2010

Capítulo 16: Primer día

No pude dormir demasiado. Estuve en una especie de duermevela intranquilo plagado de pesadillas extrañas. No recuerdo casi ninguna de ellas, pero sí que recuerdo que me levanté varias veces sudando, sobresaltada. Por lo que estoy segura de que no eran sueños bonitos. Aun así, sé que soñé con algo relacionado con hibiscos. Rojos, miles de ellos. "Dios, ya es la segunda vez que sueño con hibiscos. ¿Estaré loca?". Probablemente lo esté, pero no me quiero dar cuenta. La verdad, estar loca puede ser super guay. Todos te hacen caso y...No, te hacen caso para darte las pastillas de la esquizofrenia.
Me levanté a las siete y media (no recordaba a la hora que me había dicho Cata, por lo que me levanté a la misma hora que en Pontevedra) y desayuné sola, ya que ahora mi madre entraba a las diez. Es notaria, y trabaja con su propia oficina en Cuzco. Dani y Carlos entraban a las nueve y media (les llevaría mi madre), Jorge seguía dormido y mi padre ya se había marchado. Recogí lo mío y me fui a vestir. El uniforme de Cata me quedaba perfecto; además, ya no tendría que cortarle la falda. No había chicos en el colegio, pero me gusta ir sensual siempre, pero no como una ramera. Me maquillé poco, ya que tenía (gracias a Dios) una tez impecable, así que solo me eché polvos y raya negra. Cuandó terminé ya eran las ocho y cuarto, la hora en la que me vendría a buscar mi tío Luís. Cogí rápidamente el bolso, el iPhone y el cacao de la mesilla. Mientras el ascensor bajaba me miré al espejo y me puse el cacao. No estaba tan mal ésto de llevar uniforme, no tenía que pensar en lo que me pondría al día siguiente.
Nada más salir aparcó un Jaguar negro enfrente de mí. Eran ellos. Me subí por la puerta de atrás, y ya me esperaba Cata con cara de sueño.
-Buenos diaaaaaaaaahs...-su saludo acabó en un bostezo. Le di un beso.
El viaje se me hizo súper corto. Estaba muy emocionada, y a la vez nerviosa. Hablamos de nimiedades con mi tío, y a los diez minutos estábamos ante la gran verja de metal del colegio.
(NOTA: en éste no he cambiado casi nada, porque no es que esté demasiado inspirada. Lo siento y espero que esta época en blanco se me pase pronto.)

Capítulo 15: Día agitado

El domingo no pisé casa. Es raro, pero cierto. Me encanta la marcha: salir a pasear, ver cosas nuevas...Aunque soy muy activa, acabé muerta. Así que ya os podéis imaginar lo mucho que caminamos. Ya a las diez estábamos fuera, ya que de la misa no nos podíamos librar. Después de cincuenta minutos de tortura con don Félix dándonos el sermón semanal (fue sobre la poca conciencia crisitiana que tenemos nosotros, los adolescentes. Si es que estuve tentada a salir de allí). Gracias a Dios el tiempo vuela, y posteriormente nos fuimos de compras.
Me sentí como si ya llevara allí toda la vida, como si siempre hubiera formado parte de su mundo. Como si...ese fuera mi hogar. No, es imposible que ya me considere parte de est mundo. No soy esa chica atrevida que se prueba el uniforme del colegio subiéndose la falda. No soy la que saluda a los porteros de los centros comerciales. La que se muerde el labio inferior cuando un chico la mira. No soy ella. ¡No soy ella! Yo soy muy amable, dulce, simpática...Pero no soy esa chica loca, picante, atrevida, y...Me quedo sin adejtivos. "¿Por qué me preocupo? Soy la chica que siempre he querido ser. Soy atractiva y popular. ¿No es eso lo que quiero?" Creo que sí, pero me siento descolocada.
En todo caso me lo pasé como una niña en Navidad. Fuimos a VIPS a comer el afamado VIPS Club y, por supuesto, el adorado brownie que nunca faltaba en mis viajes anteriores a Madrid. De todo compré: lo estrictamente necesario y lo que no me hace ninguna falta. Camisas de Tommy Hilfiger, vaqueros de Dsquared2, bikinis de Musgo, ropa interior de La Perla, y un bolso de Christian Dior CDBee Cannage Leather en marrón. Este último es ideal, me lo regaló mi padre, a pesar de que valió 1.147 euros. Era increíble, todo era perfecto en mi burbuja. Cata y yo hablamos durante todo el día sin parar. Me habló de cómo es la gente allí, de las maravillosas fiestas a las que iríamos...En fin, un mundo de ensueño. Mi burbuja. Era real. Llevaba deseando esto toda mi vida.
Cuando entramos a Massimo Dutti de Serrano me dijo:
-¿Sabes qué? Gonzalo va a ir a la fiesta de Marta el viernes...-al ver la cara de mal humor que puse, sonrió.- Sólo era un comentario, no hace falta que me mires así.
-No me interesa en absoluto-me hice la dura. No coló.
-Ya. Si, Carmen, te creo...
Le pegué un codazo y nos fuimos de la tienda riéndonos a carcajadas.
Nunca pensé que podría ser tan inmensamente feliz. Es que era todo perfecto: prima perfecta, piso perfecto, amigas perfectas...y él. Jamás lo reconoceré, pero tenía tantas ganas de verle que cuando mencionó su nombre un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Era tan...amable, simpático, gracioso, dulce, fuerte, pero a la vez sensible, guapo, maravilloso...
Dios mío, no puedo enamorarme, otra vez no. La última vez que salí con un chico así de perfecto se esfumó la magia en un mero instante y me pasé llorando en mi habitación dos meses y trece días (es muy freak, lo sé, pero hasta conté los días). Todo ello provocado por una fresca de un campamento con la que había tenido algo antes de conocerme a mí. Apareció de epente, y me lo quitó. De un plumazo...Sin posibilidad de recuperarlo jamás. Pero eso ya es historia. Aprendí que el amor eran dulces palabras al atardecer y bombones el día de San Valentín. Nada más. Es una conducta muy pesimista, pero he sufrido mucho y no quiero volver a probar esa experiencia.
Al llegar a casa lo primero que hice fue darme una ducha. Necesitaba relajarme. Canturreé Hey, Soul Sister mientras me frotaba el pelo con mi Herbal Essences de coco. El vapor me tapiaba la nariz y tosía de vez en cuando. Adoro mi vida aquí, pensé. Salí del baño y me puse el pijama de cuadros de Oysho. Cené rápido y me fui a la cama, pensando en el día que me esperaba mañana. Cerré los ojos y me dejé llevar por el sueño hasta que me quedé dormida plácidamente.

Capítulo 14: "Te echo de menos"

Llegamos al piso a las diez. Lo supe porque los mellizos ya estaban molestando en el salón, peleándose por el mando a distancia. Siempre se pelean a las diez. Resoplé.
-¿¡Os calláis de una vez!? ¡Dios, no se puede estar tranquila en esta casa ni un solo día!
Mis hermanos se miraron. De repente se empezaron a reír.
-¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?
-Con que esto es lo que quería decir el Rombo con "adolescencia"-comentó Dani, observándome atentamente.
-Si-intervino Carlos, riendo.-Cambios hormonales, imposibilidad de diálogo...¿Hay vacuna para eso? No quiero llegar a ser como tú nunca jamás. Parece que estás loca.
-¡Callaos ya!-protesté. Les dejé partiéndose de risa. ¿Creen que tiene gracia ser adolescente? ¿Que todo es ir a fiestas, beber y divertirse? Para nada. No tenían ni idea se lo dura que es mi vida.
Fui a la cocina y mi abuela me dio un beso rápido. Tenía un objeto en la mano.
-Car, cielo, tienes una llamada en espera, de una tal...Paola, o...
-¡¡¡Paula!!!-grité. Se lo "arranqué" (vale, suena un poco fuerte. Digamos que se lo "quité no demasiado amablemente") y me lo puse en la oreja. No tardé en oír esa voz que tanto deseaba oír.
-¿Qué tal, madrileña? ¿Mucha farra?
Casi me da un vuelco el corazón de la alegría.
-Buah, Pau, tenía unas ganas de hablar contigo... ¿Que tal todo por ahí, tía? Te echo de menos...Esto es genial, todo me va perita...¿Pero tú qué?
-Mi vida es menos importante. Cuéntame tú. ¿Qué tal todo? ¿Algún fichaje?
Le conté todo sobre Cata y sus amigas y, por supuesto, le hablé de Gonzalo.
-Que pasada tía. Llévame contigo... ¿Está bueno? ¿Y es majo?
-Mazo, tía. Y las amigas de Cata son...¡La pasada! El viernes tengo una fiesta, y todo...
-Buah, buah, buah. Qué asquerosa. ¿Puedo ir contigo? Me voy en mi jet, y estoy allí en cincuenta y cinco minutos...
Me reí.
-Ojalá, te llevaría. No será igual sin ti. ¡Te extraño!
-No te pongas melancólica. Tú preocúpate por pasártelo genial y, por supuesto, ligarte a Gonzalo.
-Si hombre. ¿Sabes cuantas tías van a por él? Todo Madrid. En-te-ri-to. ¿Qué puedo hacer yo contra eso?
-¿Tú te has visto al espejo? Eres ideal. Te lo ligas la próxima vez que lo veas, ya verás. Palabra.
Mi madre me hizo señas para que colgara.
-Tengo que colgar, o me echarán la bronca. ¿Mañana te llamo?
-Perfecto, mañana hablamos.
-Chao, te quiero.
-Hasta mañana, Car.

12 may 2010

Capítulo 13: "Meeting" muy agradable

Totalmente diferente eran las ideas preconcebidas sobre las amigas de Cata a como eran realmente. Gracias a Dios, en realidad. Si hubieran sudo como me las había imaginado probablemente me hubiera muerto.
Sus mejores amigas eran cinco, todas mazo de simpáticas (no me quitaron el ojo en toda la tarde); y se llamaban Marta, Elena, Ana, Patri y Claudia. Marta era castaña, con el pelo largo y muy liso. Era físicamente imposible tenerlo tan ultraliso, por lo que deduje que se había hecho el alisado japonés, aquel que estaba tan de moda. Tenía los ojos de un extraño color entre el ambarino y el marrón. Llevaba un vestido veraniego de flores azules, y un bañador a rayas blancas y doradas. Parece súper hortera, pero le quedaba genial. También tenía unas gafas de sol de Gucci negras.
Elena de tez oscura, con el pelo negro ondulado y ojos marrones. Vestía un bikini de rayas verdes y blancas de Roxy, unos shorts vaqueros con una camiseta del Hard Rock de Nueva York y unas Havaianas.
Ana era rubia, con el pelo rizado y largo. Tenía los ojos azules, y era algo rellenita (comparado con los pivones de allí, rellenita era estar un poco menos delgada. Pero para nada gorda.) y tenía pùesto un mono negro, con cuñas marrones y las Wayfarer en carey.
Patri era castaña, con los ojos entre el gris y el azul. Vestía genial, con una camiseta de rayas azules y unos vaqueros de corte boyfriend, y unas sandalias planas. Hacía que un look informal se pudiera llevar a una entrega de los Óscar.
Por último, la más increíble para mi gusto era Claudia. Era de tez muy pálida, con el pelo negro como la tinta, largo y ondulado, y con unos ojos verdes enormes y llenos de vida. Vestía una camiseta con un print hippie, una falda de flores muy cortita, unas gafas estilo "nerd" (las llevaba por gusto, y no me extraña) y unas sandalias muy altas negras. Peinado impecable, sin un pelo que no estuviese en su sitio. Era increíble.
Todas eran muy simpáticas, por lo que la tarde transcurrió veloz entre risas, chapuzones en la piscina (al ver que no traía bikini Cata enseguida me trajo uno suyo de Tommy Hilfiger) y pastas de té. Fui el centro de atención en todo momento: todo el rato me preguntaban que qué tal de chicos, qué tal el verano, o cómo era vivir en Galicia. Lo que más gracia le hizo fue en el momento que me puse a hablar en gallego por petición suya, y estuvieron media hora tiradas en el suelo de la risa, y el resto de la tarde se pasaron imitando el acento lugués. Me sentía feliz, era aceptada por el grupo más influyente de Madrid (o eso decían ellas), y sin darnos cuenta empezamos a hablar de la fiesta del viernes.
-Bueno, Martus, ¿tus padres estarán en la fiesta?- preguntó Ana.
-¿Estás de guasa? Ni en broma, querida. Están en San Petersburgo todo el fin de semana, así que, ¡vía libre para fiesta!
Nos reímos al unísono.
-¿Qué os vais a poner, chicas?- pregunté.
-Yo voy a ponerme un LBD con zapatos de tacón violetas, pero aún así, ¿qué os parece si el viernes después de clase nos vamos de compreo loco?- preguntó Elena, dando palmas.
-¡Sí, por favor!-gritó Cata.-¡La mejor manera para darle la bienvenida al nuevo curso es dejando echa polvo la tarjeta de crédito!
Nos reímos y empezamos a hacer planes entre todas para ver cómo nos organizaríamos. Decidimos en hablarlo por el Tuenti aquella misma noche (me dieron sus nombres y todo).
Cuando me di cuenta estaba ya de vuelta por la autopista en el Mercedes de mi madre, con el uniforme del colegio al lado y con una jubilosa sensación de satisfacción.

9 may 2010

Capítulo 12: Confidencias

Aquélla era la habitación más bonita que hubiera visto jamás.
Era enorme. Originalmente pintada, con dos lados pintadas a rayas rosas, verdes y blancas (suena horrible, pero es realmente precioso), y los otros dos pintados de blanco. La cama estaba situada al fondo de la habitación, al lado de la pared, y los muebles estaban todos echos de madera blanca. Había estantes por toda una pared, llenos de objetos sacados de viajes inimaginablemente increíbles (según lo que me dijo: conchas de Punta Cana y de las Filipinas, una gorra de Boston, unas pulseras de Egipto, un marco de fotos de Camdem Market, una estatua de la libertad en miniatura, libros en inglés, castellano y francés, y una rosa falsa que le había regalado un chico en Canadá).El suelo estaba decorado con parquet, y al lado de la cama había una pequeña alfombra persa burdeos y beige. Algunas partes de la pared estaban tapados por collages que traslucían las horas de trabajo que se tuvieron que invertir para su fabricación; llenos de modelos, ropa, zapatos y demás. Alguna que otra bolsa de Abercrombie (por los modelos) estaban colgadas en la puerta. El armario era enorme. Estaba justo en la pared contraria, y era de cuatro puertas. Lo mejor era que detrás de la cama había unas puertas correderas que daban a una terraza inmensa, con vistas a la piscina y al jardín. Era preciosa.
Miré a Cata abobada. Se rió de mi cara.
-Tampoco es para tanto-dijo, e hizo un gesto quitándole importancia al asunto.
-Eres absurdamente imbécil si dices eso. ¡Es genial! Buah, que envidia tía. Me tienes que invitar más a venir, ¿eh?-bromeé. Nos reímos al unísono.
Se sentó en la cama, y empezamos a hablar de todo un poco. Le conté lo que me habían echo "las zorris" (así es como las he apodado) este invierno, la marginación, los días que no había ido al colegio por ellas...También como era mi mejor amiga, del chico por el que estaba loca, etc. Ella, por su parte, me contó que hay un chico que le gusta. Era muy amigo suyo, pero no se enteraba de que estaba enamorada de él.
-Es ideal, tía-me dijo, con cara larga.-No creo que le guste.
-¿Eres idiota?-le contesté, enfadada.-¿Cómo no va a estar enamorado de tí? Eres guapísima. Solo que es un chic, y son tontos. No se enteran de nada.
-Ya, pero creo que le gusta otra.-se quejó.-Si no, se habría fijado ya en mí, ¿no?
-Paciencia, Cata-le dije, comprensivamente.-Si te sirve de consuelo el chico que me gusta a mí tampoco lo sabe.
-Ah, ¿Pablo?-me dijo.-Entonces tienes razón, los chicos son idiotas-nos reímos.
El tiempo se nos pasó volando hasta que volvimos a la tierra y oímos llamar al timbre. Me miró con cara de aburrimiento.
-Ya seguiremos hablando otro día, ¿va?-me dijo, guiñándome un ojo.-No se lo cuentes a nadie, ¡o te mato! Sabes que soy capaz...Llamaré a la policía, te denunciaré, irás a la cárcel, te convertirás en una gorda chepuda, y...
-Lo capto, C-le dije, gruñendo.-No voy a hacer un evento sobe tu vida. Tengo mejores cosas que hacer.
-Guay, te ha quedado claro, ¿no? Pues entonces podrás vivir en paz, querida.
Me reí.
-Tranquila, soy una tumba-le dije, sonriendo. Bajamos las escaleras trotando. La tarde, por ahora, prometía de verdad.

Capítulo 11: Demasiado increíble para ser cierto

La casa era realmente bonita. Dado que estaba en uno de los mejores barrios de Madrid (y de los más caros) solo faltaría que fuera fea, ¿no? Para el precio que tenía...¡Digo yo, vamos!
Era blanca con el tejado color naranja claro. Una enorme verja que daba al interior de la casa, y cuando se acababa la verja, empezaban los matorrales. Tenía un tamaño bastante importante. Unas grandes cristaleras en el piso de arriba daban el toque minimalista a la casa. Si, se podían ver desde fuera. Los setos eran grandes, así que imaginaros, era una casa de dos pisos bastante alta.
Fuera ya me esperaba Cata, sonriente como siempre. Tan solo llevaba puesto un bikini negro que le quedaba niquelado (y me di cuenta de que yo no tenía) y una gran pamela encima de su pequeña cabeza morena. Hacía un sol espléndido, por lo que también llevaba unas Wayfarer negras, a juego con el bikini. ¿Cómo hacía para estar siempre así de perfecta? Me fijé que tenía un bronceado precioso, sin llegar al moreno de bote, muy natural. ¡Qué suerte tienen algunas! Al ver el coche empezó a saludar con la mano. Me bajé del coche de un salto, y corrí a abrazarla.
-¡Hola!-me dijo mientras me daba un beso en la mejilla. Qué mona era, en serio.-No te lo creerás, pero llevo saludando a todos los coches con cristales tintados durante diez minutos.
Me reí con ganas.
-No lo dudo-comenté. Me fulminó con la mirada.-Puede que te denuncien, por acoso, ya sabes.
-Que se lo digan a mi abogado, no he echo nada malo, ¿no? Mientras que no tenga drogas...-bromeó. Entramos por la gran verja, y me di la vuelta para despedirme de mi padre. Se marchó tan rápido como había llegado.
Lo siguiente que vi fue la preciosa casa al lado de una piscina enorme, rodeada por una pequeña verja. ¡Si hasta tenía trampolín, tobogán y un jacuzzi al aire libre! Me quedé flipando, eso no era algo que se viera todos los días. Yo también tenía piscina en mi antigua casa, pero era comunitaria. Y ni mucho menos era tan guay como esta.
Se dirigió hacia la entrada de la cocina, haciendo como si eso fuera algo normal (obviamente para ella lo era). Yo seguía mirando el jardín. Se volvió sonriente.
-¡Oye, no te quedes ahí! Te voy a enseñar mi cuerto, tonta. Venga, vente.
-¡¡Tía, es increíble!!-contesté, extasiada. Suspiró.
-Vale, sí. Pero ven ya, ¿vale?
Accedí a regañadientes. entramos en la cocina, que era grande y luminosa. Me quedé (de nuevo) con la boca abierta.
-Un poco pequeña, para mi gusto-comentó mientras la miraba pensativa. La miré incrédula. De repente se echó a reír.-No ha llegado nadie, así que subamos a mi habitación.
Asentí mientras me llevó por el recibidor. Subimos por unas bonitas escaleras alfombradas, y giramos a la derecha. Vi una puerta blanca al final del pasillo.
-Hemos llegado-dijo con una sonrisa, mientras abría la puerta de su cuarto. Me quedé alucinando.-Éste es mi habitáculo-dijo, con voz trémula. No contesté, estaba emasiado ocupada viendo el cuarto que tenía delante.

8 may 2010

Capítulo 10: Desvaríos inimaginablemente tontos

Levanto la mirada y allí está él, tan guapo como siempre. Su pelo ligeramente despeinado, su mirada fija en mí. Era su todo, el centro de aquella mirada de zafiro. Me toca con su mano cálida la mejilla, y la movió hasta mis labios. Un escalofrío me recorre la espalda. Casi me estalla el corazón de júbilo. Allí estaba él, conmigo, al fin.
-Carmen...-me susurra, con su hermosa voz. Se me inundaron los ojos de lágrimas de alegría. Se fue acercando a mí poco a poco, nuestros labios estaban muy cerca, las cabezas a pocos milímetros...Me mira y me sonríe.
-Es la hora, cielo.-me dice. Le miro desconcertada.
-¿Qué...?

Y me desperté. Quien me llamaba no era otra que mi madre.
-Ya es la hora, Carmen. Ve a arreglarte, que en treinta minutos tenéis que salir hacia la casa del tío Luis.-me dijo.
Me levanté de mala gana, y vi la hora en el reloj de pared. Las cinco y cinco.
-Es muy temprano-dije, enfurruñada. Me había interrumpido mi maravilloso sueño. Ojalá hubiera durado treinta segundos más. Hubiera sido perfecto. Ideal. Un sueño que, aunque solo fuera un sueño, era mío.
-Tardáis media hora en llegar, así que deja de gruñir.
Fui al armario, y la ropa estaba toda metida y ordenada. Cogí mi minifalda verde caqui y mi camisa ancha rosa maquillaje. Le puse un cinturón de cuero de tiras y mis cuñas favoritas, unas de madera, marrones.
Me fui por segunda vez en ese día a maquillarme. Me retoqué todo (labios, ojos, pestañas con rímel todo ello waterproof) y me recogí el largo pelo trigueño en un semirrecogido para quitarme los mechones desordenados de la frente. Me miré y estaba impecable.
Salí del piso desués de despedirme de mi madre y mi padre y yo nos dirigimos a Majadahonda. Mi padre me miró.
-¿Contenta de haber encajado bien con tu prima?-me preguntó, dándome la mano.
-Si, pensaba que iba a ser peor-contesté. Y era cierto. Pero por lo que estaba preocupada era por las amigas de mi prima, no por ella en sí. Dios, ¿sobreviviré? Lo descubriréis después de la publicidad. "Definitivamente los nervios me hacen desvariar".
Encendí el iPhone y me puse a escuchar la canción que Paula y yo habíamos escuchado miles de veces.
http://www.youtube.com/watch?v=xHRm28NoIrM
"¿Qué demonios voy a hacer sin ella?" pensé con infinita tristeza.
Vives esperando un corazón extraño,
que venga aquí y saque de tu cuerpo y tu alma lo mejor de ti.
Hoy siento que la vida,
me muestra contigo su lado azul y es todo lo que pido por ser feliz,
¿qué pides tú? ¿Qué pides tú?

A lo tonto pasó el tiempo y llegamos a la urbanización de Cata.

Capítulo 9: Nerviosismo post-viaje

Nada más llegar a casa, encendí mi portátil y procedí a conectarme al Tuenti. Hacía mucho que no me conectaba. En realidad no me conectaba desde ayer, pero aún es bastante! Es cierto que esto del Tuenti engancha, doy fe.
Necesitaba contarle todo lo que me había pasado a Paula. Lo de la prima mazo simpática, que hoy iba a quedar con ella...Gonzalo. Obviamente le tenía que contar que me había colado de él. ¿Cómo es posible? Tan sólo lo conozco de dos minutos de conversación, y estaba colgada de él hasta los huesos. Y seguía enamorada de Rodrigo (el chico maravilloso de mi antiguo colegio). Es científicamente imposible tener el corazón ocupado por dos personas a la vez. Teóricamente es imposible tener "a alguien" en el corazón, pero ya sabéis a lo que me refiero, ¿verdad?.
"Este maldito portátil tarda mil años en cargar. Tengo que comprarme otro" pensé irritada. Aunque me lo acababa de comprar (es el regalo de reyes), era muy lento. Y por conseciente me provocaba un nerviosismo terrible. Cuando finalmente cargó, me fui a la página principal de Tuenti. No tuve que poner mi e-mail ni nada, ya que uy inteligentemente había puesto la opción de "Recordarme". Al cargar, vi que tenía seis comentarios. Uno era de Javi, mi mejor amigo: "Caaaaaaar!Ya llegaste no?que tal por alli?jajaj te echo de menos ya... :( vuelve a visitarnos palurda, tequiero.". Era tan majo...le iba a echar mucho de menos. Otro era de Paula: "que tal x la capital city tia!!??q envidiaaa...t voy a echar d mnos, aunq ya lo hago...llamame a la noche. tequiero gordita.". Ella si que era una amiga de verdad. Mientras todas me marginaban, ella me llamaba casi todas las noches para preguntarme cómo me encontraba y nos poníamos moradas a rajar de las muy zorras. Me había demostrado que era la única que valía la pena, en la única en la que podía confiar. Aunque había más chicas que me habían apoyado (y se lo tenía muy agradecido) Paula al estar involucrada también, digamos que ella se enteraba mñas del asunto. Otro de Tamara, una de las niñas falsas que me fastidiaron el invierno. "q taaaaaaaaaaaaal carmenxus? q morro jajajaj quieroo q vuelvas tia! :( tquieroo" "Qué falsa" pensé. "seguro que mañana ya está rajando de mí". De ella fue de quien más me sorprendió la falsedad. Aunque también se decía de ella que era muy interesada y una mentirosa nata. Pero el tiempo ponía a la gente en su sitio, y a ella no le quedaba mucho.
El siguiente era de Javier Segura, un amigo que conocí en Irlanda hacía dos años y que me llebava mucho con él. Era guapísimo, y muy simpático. "m he enterado q vives aqui...te quiero ver hippie!te quiero mazo". Los otros dos eran de las pequeñas de la ESO con tests raros de esos de "pásalo o tendrás un millón de años de mala suerte!". Hay que ser idiota para creerse esas chorradas. ¿Es que no saben que eso es todo mentira? O los de "pásalo y el chico que te gusta se enamorará de tí esta noche". Esos sí que me daban la risa. Si fuera así de fácil, yo estaría saliendo con Chace Crawford desde hace mucho, mucho tiempo.
No había casi nadie conectado, ya que a esta hora mucha gente se echaba la siesta para estar con energía para salir por la noche. Así que apagué el portátil y me fui a la cama a dormir un poco. Estaba agotada de tantas emociones. "Dios, estoy mazo de nerviosa. esto no es propio de mí. ¿Qué me pasa...?" ¿Me preocupaba la idea de conocer a las amigas de prima? Como dice ese dicho gallego tan gracioso, malo será, ¿no?
Tuve sueños extraños en un duermevela incómodo. Lo único que recuerdo que soñé era que unos preciosos ojos azules me miraban mientras dormía.

7 may 2010

Capítulo 8: Interrogatorio poco convencional

La comida transcurrió lentamente, y sin novedad. Hablaron los adultos de todo lo que habían echo durante este tiempo, que cómo se habían echado de menos, de que Pepa estaba enrollada con Pepo, que Tati se separó de Pepito... y mis primas me hicieron un interrogatorio algo...extraño, en la mesa. Los mellizos jugaban a algo similar al escondite con mis primos pequeños, Julián, Tadeo, la pequeña Bea e Isabel.
-A ver, Carmenchu, ¿con cuántos te has liado en tu vida?-me preguntó mi prima Marta, con ojos interesados. Me puse a pensar, algo molesta. Prácticamente me los acabo de encontrar desde hace...cinco años o así, y ya me preguntan con cuántos me he liado. No es algo que se pregunte a los cinco minutos de reencontrarse, pero Marta era así. Descarada, pero muy simpática.
-Ehhh...con cinco, creo. A ver: Julio, Marcos...Javi el catalán, Jaime y...Pablo, Sí, cinco.-asentí. No eran muchos, pero era la cifra perfecta. No parecía una friki ni una ramera. Me quedé callada para ver la reacción general. Jorge se reía (me da igual, sinceramente), Coral y las mayores estaban complacidas, y Cata...se reía también. Aunque creo que intantaba ocultar u nerviosismo impropio de su personalidad loca e imprevisible.
-Bueno, no está mal-me contestó, riendo.-¿Y tú, Cata? Aparte del pringado de Sebastián Martos, claro.-carcajada general, menos mi hermano y yo, que no comprendíamos la broma; y de Cata. Me parece que no le causó gracia alguna.
Puso cara de pocos amigos.
-Ja, ja, ja. Qué graciosa. Sí, me lié con él, pero era joven y alocada-frunció el ceño. Marta se volvió a reír.
-Ya. Joven y alocada. Fue el año pasado, cielo.
-Pues eso-gruñó enfurruñada.- Pues aparte de Martos con tres, hermanita, ya lo sabes. Seán, Jack en Boston y con Salvador en Marbella. ¿Y tú, Jorge?
-Siete. Elena, Claudia, Sofía, Rocío, Brooke, Paula y mi actual novia, Carmen. ¿Y tú, Tere?
Teresa era otra de mis primas, hija de la hermana de mi madre. Tiene diecisiete años. Morena, de piel oscura, ojos verdes. Guapísima.
-Con tantos que ni me acuerdo.-rió. De repente me miró.- ¿Te gusta alguien ahora?-me preguntó. Me quedé pilladísima. ¿Cómo le iba a decir que estaba enamorada de un chico un año mayor que yo, que era guapísimo, simpatiquísimo, encantador, detallista...? En un mes o así nos habíamos echo amigos. Pero creo que estoy enamorada. Pero ahora vivo en Madrid y él sigue en Pontevedra. Así que era imposible. Y si le sumas que no tenía ni idea de lo que sentía por él...Peor.
Menos mal que llegaron los padres de Cata y Marta, y dijeron que nos teníamos que ir. No estaba de humor para contar mis. Cuando volvíamos hacia donde habíamos dejado los coches, Cata se dirigió hacia mí, con una sonrisa en la cara.
-Tengo uniformes de sobra, si quieres te presto uno para que lo lleves pasado mañana. Además vienen unas amigas a casa del cole, y así las vas conociendo. ¿Te parece?-me preguntó, e hizo un gesto de súplica para que no me pudiese negar. Mierda, ahora estaba indirectamente obligada a ir. Mi madre contestó por mí. Parecía encantada de que fuera con ella.
-¡Perfecto! ¿A las seis te la bajo hasta allí, Marta?
-A la hora que queráis, estaré allí toda la tarde.-dijo mi tía, sonriéndome.-Te lo vas a pasar genial.
-Perfecto, te la llevaré entonces. Adiós a todos.-dijo mi padre, mientras nos subíamos todos al coche. Arrancamos, y mi madre me dijo:
-Que bien, ¿no, Carmenchu?
-Sí, genial-dije con poca convicción. Cata era muy maja, pero a ver como eran sus amigas. Probablemente sean unas cínicas. Falsas, compradoras compulsivas, mentirosas. ¿Lo sabía en realidad? No. Pero es el prototipo que tenía sobre las esnobs de Madrid. "Espero que todo vaya bien, y que no me tomen mucho el pelo. A ver si les caigo bien".

5 may 2010

Capítulo 7: ¿Obsesión insana?

Cuando se fue yo seguía mirando el camino por donde se había ido. Estaba alucinada de lo guapo, simpático y agradable que era. "Ojalá lo vuelva a ver..." pensé, aún hipnotizada por esa mirada azul maravillosa. Por su sonrisa, su simpatía, su...Dios mío. ¡Estoy obsesionada!
Cata se dio cuenta de lo atontada que estaba.
-¿Guapo, eh?-me dijo, con una mirada cómplice. Me puse nerviosísima. ¡No pudo haberse dado cuenta!
-Es simpático-contesté, intentando que la voz no me temblara al pensar en él. Cata levantó una ceja. Mierda. Me tembló, por supuesto. ¿Cómo no me iba a temblar si tengo el corazón en la garganta?
-Ya. "Simpático". ¿Crees que soy tonta? He visto como le mirabas, parecía que le ibas a pedir que saliera contigo de rodillas-se echó a reír. Me puse aún más roja. ¿De verdad parecía eso?- Es coña, mujer. No parecías tan desesperada.-la fulminé con la mirada.-Se llama Gonzalo Fiornucci, y va al colegio Retamar, que es uno que está muy ligado con el Mater. Así que no te preocupes, lo verás muy a menudo. Además, soy amiga de él, y tenemos muchos amigos en común. Va a todas las fiestas, incluida la del viernes.-la miré extrañada.
-¿Fiornucci? Pues es de Orense.
-Ya, pero su padre es italiano, y su madre, de Orense. No es muy díficil, Car. Te tenía por una chica lista.-me dio un codazo, y nos reímos. Aun así, seguía con la mirada perdida. Suspiró.
-Te ha dado fuerte, ¿no?
La miré con cara de loca.
-No sé de que me hablas.
Se empezó a reír.
-Ya. Fijo. Vale, vale, no digo nada. Pero a ver si tienes suerte, es el "adolescente soltero de oro" de Madrid. Casi nadie consigue ligárselo. Es muy difícil-remarcó, mientras se marchaba a la mesa. Me quedé impresionada. Era además de perfecto, puro y duro como el cristal. ¡Me encanta!
Mientras me dirigía al baño pensé en la forma en la que me habló, esa complicidad. Ésto no te pasa todos los días, desde luego.
Al llegar al baño recordé lo que me había dicho Cata. Recapacité el significado de sus palabras. Adolescente de oro...¡Mierda! Me iba a ser imposible ligar con él. Me senté en el lavabo, alicaída. Seguro que tendría a miles de chicas que estaban por él. Chicas más guapas, más ricas y con más pecho. Más simpáticas, más interesantes, más exóticas que yo. ¿Qué podía hacer yo contra eso? ¡Todas las chicas de competencia! "Va a ser imposible", pensé con rabia. Estaba hasta los huesos enamorada de él. Era mi alma gemela. Era gallego. Era simpático, agradable y muy, muy dulce. ¡Era lo que había estado esperando desde hace meses!
Vale que solo lo conozca de hablar con él un minuto, pero al fin y al cabo existen los flechazos, no son invenciones de las películas de Disney. ¿Para qué se lo iban a inventar?
Aunque también puede ser que se lo hayan inventado para promocionar sus pelis. "Qué bonita, qué romántica..." engañando a la gente para que les encanten las películas y que piensen que ésa podría ser su vida. Malditos productores mentirosos. ¡No me extraña que en Japón se suiciden por descubrir que en lo que habían creído era una farsa. "Les voy a escribir una carta" pensé. Al darme cuenta de lo que pensaba me puse la cabeza entre mis manos. ¿Es que soy idiota? Tengo un cacao mental increíble y me pongo a pensar en niños suicidas.
Observé mi rostro en el espejo, y vi mi mirada de seriedad. Me levanté con decisión del lavabo. Ese chico tenía que ser mío. "Voy a conseguirlo, aunque sea lo último que haga".

Capítulo 6: Cerca del paraíso

Era rubio. Alto, y con unos ojos enormes azul zafiro que te incitaban a quedarte mirándolos fijamente. Tenían un brillo especial, como los de un niño al ver una tienda de chucherías, o los regalos del día de reyes. Llevaba una camiseta blanca y azul marino de Abercrombie, y los típicos vaqueros de Levi's (pero que a él le quedaban como un guante). Estaba...madre mía. Los pensamientos que se cruzaban en mi mente no eran exactamente objetivos, que se diga. Se me aceleró el corazón, el color acudió a mis mejillas. Debería tener unos dieciséis años, pero me daba igual. Era musculoso, y quería gritarle a sus brazos que me abrazaran, y que jamás me soltaran. Es extraño, pero algo de él (todavía no tengo muy claro lo que es)como su forma de andar, de hablar, sus gestos... me provocaron una sensación muy extraña, como si me diera...seguridad. No, seguridad es una palabra muy fuerte. Puede que...¿tranquilidad? Qué más da. Además, en ese momento no estaba yo como para ponerme a buscar sinónimos.
De repente vi a Cata hacerle gestos para que se acercara. ¿Lo conocía? "Oh, Dios. Oh, Dios. Madre mía. ¡Se acerca! ¿Qué hago? ¿Me tapo? ¿Me voy? Ni de broma, yo le quiero conocer. Quiero saber como se llama el portador de esos labios...". Cata comenzó a mirarme, divertida. Me puse más roja todavía. ¿No ve lo nerviosa que estoy? Se acercó, mirándola, con los brazos abiertos. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando vi su sonrisa, blanca, amistosa, perfecta.
-¡Gonzalo! Dios mío, ¡cuanto tiempo!-dijo mi prima, mientras éste la abrazaba, dándole dos besos en las mejillas.
-Que guapa estás, Cata. De verdad, supongo que eres la envidia del vecindario-dijo mi chico perfecto, con una media sonrisa arrebatadora. Un vuelco me dio el corazón. ¿Cómo demonios podía ser tan...?
Cata notó que les estaba mirando y dijo:
-Casi se me olvida, esta es mi prima Carmen. Es gallega, y va a quedarse a vivir aquí. Viene al Mater.-Gonzalo se me quedó mirando y me puse (la verdad es que no lo sé) más ruborizada de lo que estaba (aunque parezca imposible, creo que alcanzé la máxima tonalidad posible). Se me acercó con una sonrisa enorme en la cara.
-A beleza transmítese entre primas, polo que vexo. Que fermosura de moza. ¿Cómo está, bela moza?-me dijo Gonzalo, mientras me daba dos besos. (TRADUCIÓN: La belleza se transmite entre primas, por lo que veo. Qué hermosura de chica. ¿Cómo está, bella joven?) Me quedé estupefacta. ¡Sabe gallego! Me dio un abrazo que se me pasó volando. Era increíble, tan...¡DIOS, ME REPITO!
-¿Sabes gallego?-me reí, coqueta.
Me miró indignado.
-Pues claro, ¿qué te creías? Soy de Orense, pero vivo aquí desde que tengo tres años. Aun así, no lo he olvidado. Es mejor que el inglés, ¡es el idioma del futuro!-me dijo, y me guiñó un ojo. Me volví a reír. Cuando mi cerebro procesó el signo de complicidad que me había dedicado solamente a mí casi me desmayo. ¡Qué simpático era!
De repente se dirigió a Cata.
-Me tengo que ir, están mis padres allí, ya nos veremos. Adiós, chicas-dijo a mis primas. De repente se dirigió a mí. Me abrazó, y me susurró:-Espero verte de nuevo. Eres perfecta.- Se me erizó la piel, sentía el calor de su aliento en mi nuca. Fue fantástico. Ese especial momento que me había dedicado...No lo olvidaría jamás. "Quédate conmigo. Para siempre".
Acción contraria a la mía deseada fue la que él realizó. Mientras veía como se marchaba me dio (otro) vuelco el corazón. No le quité el ojo hasta que desapareció por el biombo.

2 may 2010

Capítulo 5: Corazón desbocado.

El restaurante estaba a unos pocos metros del bar. ¿Quizás doscientos? No lo sé, no soy un GPS. En todo caso decidimos ir andando (obviamente, solo son doscientos metros), y estuve hablando con Cata sobre su rutina.
-Bueno, Car, yo me levanto a las siete porque vivo en Majadahonda, pero a ti con levantarte a las ocho menos cuarto creo que te llegará. Haces tus cosas y tal, y deberías estar en el colegio a las nueve menos diez, porque el timbre suena a menos cinco. Vas a clase, lo típico, clases, clases y más clases, y el recreo es a las once y media, y a las doce vuelves. Aburrimiento hasta las dos, comida, y rato libre hasta las cuatro. Solo es una clase, y a las cinco ya estás fuera. ¿Comprendido?-me dijo en plan de broma.
Me quedé con cara de susto.
-No sé si me acordaré de todo, porque tía, la memoria no es lo mío.-Nos echamos a reír.
-Qué va. Eso es solo el primer día, luego te acostumbras.-me dijo en tono tranquilizador. Suspiré.
-Lo que me da miedo son las clases...No sé con quién voy. ¿Y si voy sola? Dios, me moriría de la vergüenza.-me cogió del brazo cariñosamente.
-Me parece que vienes a mi misma clase. Será genial, te presentaré a las chicas, son todas súper majas. Y el viernes hay fiesta, ¿qué mejor manera de celebrar el inicio del curso? Y además de tu llegada, claro.-me sonrió de nuevo. La verdad es que era simpática. Yo la recordaba como una exclusivista insufrible. Claro que entonces teníamos ocho años.
Llegamos a la entrada del restaurante en cinco minutos, que era bastante bonito, la verdad, además de estar atestado de gente. Las paredes eran de color crema con cortinas a ambos lados de las enormes cristaleras que había en todas partes de la inmensa habitación. Había múltiples mesas redondas esparcidas, perfectamente puestas, con los cubiertos para pescado, de carne, cucharillas y servilletas de tela a juego con las cortinas. Era bastante bonito, pero demasiado ostentoso para mi gusto, demasiado...¿elegante?, ¿preparado? o, ¿quizás de estirados?
Allí nos esperaban mis tíos, Marina e Ignacio, con sus hijas Teresa y Rita; Sofía y Javier, con Martina; Isabel y Agustín, Helena, Agustín, Jacobo y Coral; y Alejandro y María. Estábamos divididos en tres mesas: doce en la de los mayores, ocho en la nuestra, la de los "mayores", y siete en la de los peques.
Pregunté en dónde estaba el baño, pero de repente se me olvidaron las ganas de ir.
Porque vi al chico más guapo que jamás hubiera visto.

Capítulo 4: Ideas preconcebidas.

Hacía mil años que no veía a mi familia madrileña. No es que no viniera a Madrid, que venía mucho, pero nunca les veía, ya que siempre estaban aquí, en el Club de Campo, cuando estaban en España. Como mi familia no es socia y solíamos venir en Navidades no veníamos mucho, a pesar de que mi madre fue socia. Pero aquellos eran otros tiempos. Bueno, a lo que iba, hacía mucho que no les veía porque por el trabajo de mi tío Luis (sí, también es marine, como mi padre), han estado vivendo en Roma, pero a principios de este año volvieron a Madrid. La sensación de estar a su sombra se hizo todavía mayor. ¡Es que Dios, ellas estaban muy viajadas! Aunque yo he estado en EE.UU, Canadá, República Dominicana, Haití, Brasil, Cabo Verde, Francia, Inglaterra e Irlanda, ellas me doblaban. Y además eran mucho más guapas que yo.
Mi tío Luis (el hermano de mi madre) era alto, moreno, aunque ya tenía entradas y alguna cana, con los ojos azules, muy atractivo. Necesitaba llevar gafas, y las tenía en la punta de la nariz, lo que le daba un aire muy misterioso. Llevaba ropa "sport" (en Galicia eso es un chándal, aquí es ir de Lacoste. Yo estoy acostumbrada a ir como lo segundo, pero en mi hogar se reían de mí. Me sentía como en casa) porque venía de cuidar al caballo de mis primas. Era un pura sangre español, pinto, muy alto. Precioso. Se llamaba Pièrrot du Siècle, o algo así. Les ponían nombres ridículos. ¿Quién le pone "Chipie du Plaisier" o "Rockie du Monde" a su caballo? El mío se llamaba Recu, y tan a gusto.
Mi tía Marta era muy bajita, más bajita que yo (y eso que solo mido un metro sesenta), rubia de ojos verdes, bastante mona. Tenían tres hijas; la mayor se llama María, tiene 16 años y es igualita a su madre, aunque tiene los ojos y el carácter fuerte de su padre. Llevaba una camisa blanca, un pantalón de montar negro y bailarinas. La siguiente era Cata, la chica del baño, que tenía puesto un vestido estilo liberty bastante corto con unas cuñas doradas. Y luego tenían una hermana pequeña llamada Isabel, de la edad de los mellizos. Era su padre en pequeño, morena, ojos azules, pequeña, simpática (con el humor de su madre), sonriente y muy mona.
El aperitivo transcurrio entre risas y conversaciones interesadas. Yo estaba más bien a lo mío. Me sentía normal, aunque no estaba violenta. Las conversaciones estaban algo divididas. Jorge hablaba con la primogénita, yo con Cata y los mellizos con Isabelita. Me contó lo bien que se estaba en Italia, lo genial que era la gente, el sol, el calor, y lo buenos que estaban sus vecinos. Me habló sobre lo geniales que eran sus amigas, que me las tendría que presentar, y di un respingo. Quizás ellas no sean tan simpáticas como ella. Quizás me odien. Estaba algo traumatizada desde los acontecimientos del curso pasado.
-Son mazo de majs, Car-me dijo, sonriendo.-¿Te gustaría conocerlas?
-Claro-contesté sin mucha ilusión. Dios, me imaginé la escena. Lo típico, chicas guapísimas versus chica normal. Me harían la vida imposible. Sería la marginada, la friki, la chica del montón. No quería serlo. Prefería atrasar el momento de conocerlas lo máximo posible.
Al rato mi tío Luis dijo que estaban el resto de tíos y primos en el restaurante. Nos dirigimos todos hacia allí. Mientras que no se le vantaban encendí el iPhone y le mandé un SMS a Paula, mi mejor amiga "SOS, reunion familiar. una prima, cata. dspues t llamo.xoxo" Lo apagué y nos levantamos todos en ese momento. Miré a Cata, que me daba la mano de nuevo. Se la di, contenta. "No ha sido tan malo".

1 may 2010

Capítulo 3: Encuentro con el ayer

El viaje se me hizo eterno. Entre mi madre, que cantaba la canción antigua de Fito y Fitipaldis que ya a la ciento ochenta y tres mil vez que la oyes ya no tiene gracia. En realidad la canción no es para nada mala, y Fito canta muy bien porque tiene una voz distinta y algo rasgada. Era muy feo pero cantaba bien. Éste es uno de los ejemplos de cómo un patito feo puede llegar a triunfar sin importar su aspecto externo. Aunque todos sabemos que si eres guapo triunfas el triple.
Si a eso le sumas mi agotamiento (mi madre no me compró el café, me lo debe), la pelea de los mellizos por el MP4 que no se sabe muy bien de quién es porque Dani dice que es suyo y Carlos dice que le toca a él utilizarlo sería un suicidio meterse en la disputa de los pelirrojos. Jorge volvía a estar hablando con su novia, sus cabellos oscuros tapándole los ojos de color avellana y tan solo podía ver la punta de su cara angulosa. Mi padre tenía la vista fija en la carretera, fingiendo malamente que no oía los gritos de mis hermanos, y mi abuela intentaba solucionar la disputa de los mellizos. Si todo esta se suma a mi dolor de cabeza y a mis tremendas ganas de salir del coche en marcha no es extraño que el viaje se me hiciera largo.
Cuando llegamos al Club de Campo, lo primero en lo que me fijé fueron los caballos. Monto a caballo desde que era niña, y puede que esté un poco obsesionada. Es que es mi hobbie favorito, porque en él casi no me tengo que esforzar demasiado por parecer buena, porque lo soy. Antes de intentar la hípica probé el pádel, el tenis, las clases de danza, la vela (que ésta sí que la practico, ya que tenemos un barco), el baloncesto, el voleibol y el puénting. Es el único deporte que no he dejado de lado, exceptuando también una de las cosas que más voy a echar de menos de casa: el windsurf.
La gente allí tenía mucho nivel. Para saberlo me bastó con ver su porte y su estilo al andar al paso. Esto si que eran clases de equitación. Tendría que convencer a mi madre para que me apuntara. Me dio un poco de respeto la manera en la que estaban entrenados porque se veía a km de distancia el riguroso sistema por el que se regían las clases, probablemente estaban presionadísimos por hacerlo bien. Mis clases eran geniales, porque tenía un profesor estupendo, Guillermo se llamaba, y aprendí mucho con él.
Aparcamos al lado de un "mini estadio" en donde entrenan los mejores para las competiciones. Allí nos esperaban todos, en el bar del patio cubierto. Mis primas acababan de terminar la clase.
Me bajé del coche ágilmente y apagué el iPhone. Aunque esperaba una llamada de Paula, estaba demasiado nerviosa como para hablar con ella si me llamaba. Esperaría hasta la tarde.
Cuando estuvimos todos abajo, entramos al recibidor. Era espacioso, con paredes de madera, un cuadro y una mesita al fondo. La puerta de entrada del bar estaba enfrente, y los baños femeninos a la derecha. Al ver los baños comprendí que era mi única oportunidad de estar sola en toda la comida, y pensar en mis cosas.
-¡Voy al baño!-exclamé. Me volví antes de que mi madre pudiese protestar.
Entré y gracias a Dios estaba sola. Me miré al espejo. Estaba horrible. Me retoqué el maquillaje y me quedé allí cinco minutos, pensando. "Qué vergüenza, madre mía. Estas chicas tienen muchísimo nivel, no tengo nada que pueda compararse". Mierda. Se me cayó el reloj al agua mientras estaba sumida en mis reflexiones. Menos mal que era resistente al agua.
Mientras me lo ponía gruñendo entre dientes, entró una chica muy alta, guapísima. Era de piel morena, peo largo ondulado, y ojos de un tono miel preciosos. Me sonaba mucho, pero fue ella la que se me acercó.
-¡Car! ¡Soy Cata! ¡Tía que guapa estás!-le di dos besos. Respondí educadamente a sus preguntas sin prestar verdadera atención. "Parece maja, pero no te dejes engañar. Mantente alerta". Estaba alucinando con lo que pensaba. ¿Qué soy, paranoica? Me dijo que saliéramos con todos, y asentí. Antes de salir, me miré al espejo. Puse la mejor de mis sonrisas y salí con ella de la mano. Era súper agradable, me cayó genial. Me avergoncé de mi misma al pensar en todo lo que había creído de ella. Nos íbamos a llevar genial.

Capítulo 2: Nervios a flor de piel

"Yo, corriendo en un campo de hibiscos rojos, con un largo vestido blanco, escapando de algo o de alguien. Una chispa de luz, que ilumina todo el campo. Un joven al fondo, recubierto en sombras. Unos ojos verdes inquisitivos mirándome. Debo escapar, es una extraña sensación. Sin embargo me acerco a él. Saca del bolsillo una daga de plata. Me la pone en el corazón mientras me acaricia el pelo. Mi cerebro me insta a huir, pero sin embargo me mantengo quieta en mi sitio. La presión de la daga en mi pecho se va haciendo mayor. Me mira con aburrimiento. Me aprieta más, me muero del dolor, pero no puedo gritar. Se empieza a reír a carcajadas, y entonces puedo gritar. Grito con todas mis fuerzas, hasta quedarme afónica, me retuerzo de dolor. Es el fin, voy a morir. Voy a..."
-¡Vamos Car!- gritó el joven. No, era mi hermano Dani. Me desperté sudando, absolutamente desconcertada. "¿Dónde estoy? Ah, sí, en casa de la abuela". Miré el despertador con forma de manzana de mi mesilla. Eran las doce y diez. Dado que habíamos llegado a las siete menos diez de la mañana, podrían haber tenido un mínimo de consideración y dejarme dormir hasta las dos. ¿Tenía que levantarme ya? Madre mía.
Con un gran esfuerzo me levanté de la cama y fui hasta la cocina. Allí estaban mi madre, con su vieja bata de seda beige, y mi abuela, sentadas a la mesa tomándose el café de media mañana.
-¡Buenos días Carmenchu!-me dijo mi abuela, dándome un beso en la cabeza.- ¿Llegaste cansada ayer, no? Con todo el barullo que montamos no sé como no te despertabas. ¿Has dormido bien, por lo menos?
-La verdad es que no-contesté, reprimiendo un bostezo.-He dormido fatal. Pero por lo menos he dormido, ayer estaba muerta de sueño cuando llegamos, no dormí en todo el viaje.
-Vaya contigo, Carmen.-intervino mi madre con la mirada llena de desaprobación.- ¿Te parece bonito llegar a casa de tu abuela sin darle conversación? Es tu abuela, y vives en su casa. Lo mínimo era decirle "hola abuela, ¿qué tal te va?", no un "hola" con cara de perro.
-¡Estaba muerta, mamá!-protesté.-Además, hay confianza, ¿verdad abuela?-le dije, y se rió. Al ver la cara que puso mi madre se calló, pero me guiñó un ojo.- ¿Dónde está el café?
-No hay tiempo, querida. Vístete y arréglate rápido, que hemos quedado con tus tíos en el club. Ya te compraré un café por el camino.
Suspiré resignada. Fui rápido a la habitación y cogí lo primero que estaba en mi maleta: un blusón rosa maquillaje, un pantalón fino blanco y unas cuñas marrones. Cogí del bolso mi pañuelo de flores y me dirigí al baño. Arreglé mi desordenada melena castaña rápidamente con un cepillo, me puse base, colorete, rímel, sombra dorada y gloss y ya estaba lista. Volví a mi cuarto a por el bolso, y metí el iPhone y mi mini-neceser dentro. Me puse las gafas de sol de Chanel y salí al recibidor. Todos estaban listos ya.
-Has tardado un año hija-me dijo Jorge, resignado.- ¿por qué te maquillas? Para lo que hay que arreglar...
Pegué a mi hermano en la nuca. Dios. Como lo odiaba cuando se ponía así.
-Chicos, va que llegamos tarde.-dijo mi madre. Me puso la Belstaff encima y salimos del piso. Mientras que bajábamos en ascensor mi madre me preguntó sobre lo que me pasaba.
-Es que, mamá, no sé si me aceptarán. Hace mil años que no las veo, y me da palo-me quejé. Me dio un beso.
-Todo va a ir de maravilla. Son muy simpáticas, y me ha dicho tu tío que Cata tiene unas ganas enormes de verte.-me dijo. "Ya. ¿Qué te crees, que le va a decir y que si lo dijera, el tío Luis te lo diría? Qué ingenua". Suspiré. Mis hermanos estaban peleándose por la DS, y mi hermano estaba dale que te pego con el móvil. Vaya suerte la mía. Menuda familia que me ha tocado.
Cuando llegamos al bajo, corrimos (literalmente) hacia la puerta. Enfrente de nosotros ya estaba mi padre, con gesto de resignación.
-¿Por qué habéis tardado tanto?-preguntó, frunciendo el ceño.
-Tu hija, que es una lenta.-dijo mi madre. No me molesté en contestar, porque si lo hacía no ganaría nada más que una reprimenda, así que me mordí la lengua. Nos subimos todos en el Mercedes con dirección al Club de Campo.

Capítulo 1: Retazos de un año.

Llegamos anoche a esta bulliciosa ciudad. Dani y Carlos (mis hermanos pequeños) estaban dormidos, mis padres histéricos de emoción y mi hermano Jorge...Igual de estúpido que de costumbre. No paró de mandarle mensajes a su novia, que da la casualidad que se llama igual que yo, diciéndole que ya la echaba de menos, que la quería, que hablaría con ella cuando llegara a Madrid, bla, bla, bla. Gracias a él no pude pegar ojo en todo el viaje. No son tantas horas (cinco y media o seis), pero viajábamos de noche para llegar frescos en un dia nuevo, o eso decía mi padre. Aun así no habría podido dormir, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para dormirme. Estaba lo suficientemente ocupada pensando en lo mío para escuchar las conversaciones sin sentido de Jorge. ¡Nunca decía nada inteligente! "Cuelga tú...No, tú...Aish, como te quiero...Ya te echo de menos...Te amo mi gorda..." ¡Dios! Que cursiladas, estaba a punto de vomitar. ¿Quizás me molestase tanto su conversación por el hecho de que no tenga novio? Puede que sí. O simplemente es que mi estómago no soportaba esas tonterías.
Miré por la ventanilla del coche desanimada. Suspiré. Ya podía ver la gran ciudad, acabábamos de llegar a la comunidad. Las luces iluminaban el paisaje y podía ver las sombras que producían los faros de los coches en la autopista. Era un paisaje bonito, pero no podía parar de pensar en todo lo que había dejado atrás: mis verdaderos amigos, mis primos, mi ciudad, el mar...Tenías ganas de llorar. ¿Qué iba a ser de mí sin Paula? Este año habíamos estado más unidas que nunca, gracias a la serie de perradas que nos hicieron unas amigas (o más bien ex-amigas). Básicamente habían dicho que éramos unas ridículas y que preferían salir con gente "más guay", que por cierto, esa gente me odiaba sin motivo aparente. Vamos, pasé un invierno terrible, llorando casi todos los días, y algunas veces incluso no iba al colegio. Los únicos que me apoyaron fueron a parte de mis padres, mis mejores amigos: Paula y Javi. El apoyo de Javi era extraño, porque me escuchaba y me entendía, pero salía con ellas. Con mis ex-amigas no, con las que me odiaban. También estuvo de lío con una de ellas, Sofía, la que más me odiaba. Pero me daba igual, mientras que meapoyase, y que no se olvidara de mí...No lo hizo. Y eso fue muchísimo para mí. Además, lo dejaron a los dos meses o así.
Tan solo conocía de allí a Cata, mi prima. Y era un poco esnob. "Lo voy a pasar de cine" pensé con acritud. Ojalá no le caiga mal, ya que de pequeñas siempre se había portado mal conmigo...
Llegamos a Madrid centro y a los diez minutos ya estábamos en la entrada del piso de la calle López de Hoyos, de las mejores calles de Madrid.. Salió mi abuela a saludarnos, a pesar de la hora que era. No le presté mucha atención, ya que le di dos besos, cogí mi maleta y mi bolso y me subí al piso. El ático era grande, con mucha luz y varias habitaciones. Había estado allí mil veces, ya que íbamos todas las navidades a su casa. Escogí una habitación que daba a la calle, de paredes beiges, un amplio armario corredero, un escritorio y una mesilla de noche. No estaba nada mal.
Me saqué la camiseta y los pantalones, y observé mi reflejo en el espejo del armario, ya que las puertas no eran de madera, y eso me encantaba. Veía a una joven algo bajita, con el pelo liso (o ondulado con la humedad...lo odiaba) y castaño con mechones rubios, ojos enormes y azules grisáceos, la piel clara y las uñas pintadas de azul eléctrico. Me noté gorda. Tendría que empezar de nuevo el régimen.
Me puse un pantalón muy corto y una camiseta de la Universidad de Roma (mi hermano había ido con el colegio y tuvo el detalle de comprármela) y me metí en la cama, sin molestarme en ir a desmaquillar mi cara. "Ya lo haré mañana".
Me dormí entre el envolvente sonido de los auriculares del iPhone (me lo había dejado encendido), y pensamientos teñidos de "morriña".