9 may 2010

Capítulo 11: Demasiado increíble para ser cierto

La casa era realmente bonita. Dado que estaba en uno de los mejores barrios de Madrid (y de los más caros) solo faltaría que fuera fea, ¿no? Para el precio que tenía...¡Digo yo, vamos!
Era blanca con el tejado color naranja claro. Una enorme verja que daba al interior de la casa, y cuando se acababa la verja, empezaban los matorrales. Tenía un tamaño bastante importante. Unas grandes cristaleras en el piso de arriba daban el toque minimalista a la casa. Si, se podían ver desde fuera. Los setos eran grandes, así que imaginaros, era una casa de dos pisos bastante alta.
Fuera ya me esperaba Cata, sonriente como siempre. Tan solo llevaba puesto un bikini negro que le quedaba niquelado (y me di cuenta de que yo no tenía) y una gran pamela encima de su pequeña cabeza morena. Hacía un sol espléndido, por lo que también llevaba unas Wayfarer negras, a juego con el bikini. ¿Cómo hacía para estar siempre así de perfecta? Me fijé que tenía un bronceado precioso, sin llegar al moreno de bote, muy natural. ¡Qué suerte tienen algunas! Al ver el coche empezó a saludar con la mano. Me bajé del coche de un salto, y corrí a abrazarla.
-¡Hola!-me dijo mientras me daba un beso en la mejilla. Qué mona era, en serio.-No te lo creerás, pero llevo saludando a todos los coches con cristales tintados durante diez minutos.
Me reí con ganas.
-No lo dudo-comenté. Me fulminó con la mirada.-Puede que te denuncien, por acoso, ya sabes.
-Que se lo digan a mi abogado, no he echo nada malo, ¿no? Mientras que no tenga drogas...-bromeó. Entramos por la gran verja, y me di la vuelta para despedirme de mi padre. Se marchó tan rápido como había llegado.
Lo siguiente que vi fue la preciosa casa al lado de una piscina enorme, rodeada por una pequeña verja. ¡Si hasta tenía trampolín, tobogán y un jacuzzi al aire libre! Me quedé flipando, eso no era algo que se viera todos los días. Yo también tenía piscina en mi antigua casa, pero era comunitaria. Y ni mucho menos era tan guay como esta.
Se dirigió hacia la entrada de la cocina, haciendo como si eso fuera algo normal (obviamente para ella lo era). Yo seguía mirando el jardín. Se volvió sonriente.
-¡Oye, no te quedes ahí! Te voy a enseñar mi cuerto, tonta. Venga, vente.
-¡¡Tía, es increíble!!-contesté, extasiada. Suspiró.
-Vale, sí. Pero ven ya, ¿vale?
Accedí a regañadientes. entramos en la cocina, que era grande y luminosa. Me quedé (de nuevo) con la boca abierta.
-Un poco pequeña, para mi gusto-comentó mientras la miraba pensativa. La miré incrédula. De repente se echó a reír.-No ha llegado nadie, así que subamos a mi habitación.
Asentí mientras me llevó por el recibidor. Subimos por unas bonitas escaleras alfombradas, y giramos a la derecha. Vi una puerta blanca al final del pasillo.
-Hemos llegado-dijo con una sonrisa, mientras abría la puerta de su cuarto. Me quedé alucinando.-Éste es mi habitáculo-dijo, con voz trémula. No contesté, estaba emasiado ocupada viendo el cuarto que tenía delante.

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