2 may 2010

Capítulo 4: Ideas preconcebidas.

Hacía mil años que no veía a mi familia madrileña. No es que no viniera a Madrid, que venía mucho, pero nunca les veía, ya que siempre estaban aquí, en el Club de Campo, cuando estaban en España. Como mi familia no es socia y solíamos venir en Navidades no veníamos mucho, a pesar de que mi madre fue socia. Pero aquellos eran otros tiempos. Bueno, a lo que iba, hacía mucho que no les veía porque por el trabajo de mi tío Luis (sí, también es marine, como mi padre), han estado vivendo en Roma, pero a principios de este año volvieron a Madrid. La sensación de estar a su sombra se hizo todavía mayor. ¡Es que Dios, ellas estaban muy viajadas! Aunque yo he estado en EE.UU, Canadá, República Dominicana, Haití, Brasil, Cabo Verde, Francia, Inglaterra e Irlanda, ellas me doblaban. Y además eran mucho más guapas que yo.
Mi tío Luis (el hermano de mi madre) era alto, moreno, aunque ya tenía entradas y alguna cana, con los ojos azules, muy atractivo. Necesitaba llevar gafas, y las tenía en la punta de la nariz, lo que le daba un aire muy misterioso. Llevaba ropa "sport" (en Galicia eso es un chándal, aquí es ir de Lacoste. Yo estoy acostumbrada a ir como lo segundo, pero en mi hogar se reían de mí. Me sentía como en casa) porque venía de cuidar al caballo de mis primas. Era un pura sangre español, pinto, muy alto. Precioso. Se llamaba Pièrrot du Siècle, o algo así. Les ponían nombres ridículos. ¿Quién le pone "Chipie du Plaisier" o "Rockie du Monde" a su caballo? El mío se llamaba Recu, y tan a gusto.
Mi tía Marta era muy bajita, más bajita que yo (y eso que solo mido un metro sesenta), rubia de ojos verdes, bastante mona. Tenían tres hijas; la mayor se llama María, tiene 16 años y es igualita a su madre, aunque tiene los ojos y el carácter fuerte de su padre. Llevaba una camisa blanca, un pantalón de montar negro y bailarinas. La siguiente era Cata, la chica del baño, que tenía puesto un vestido estilo liberty bastante corto con unas cuñas doradas. Y luego tenían una hermana pequeña llamada Isabel, de la edad de los mellizos. Era su padre en pequeño, morena, ojos azules, pequeña, simpática (con el humor de su madre), sonriente y muy mona.
El aperitivo transcurrio entre risas y conversaciones interesadas. Yo estaba más bien a lo mío. Me sentía normal, aunque no estaba violenta. Las conversaciones estaban algo divididas. Jorge hablaba con la primogénita, yo con Cata y los mellizos con Isabelita. Me contó lo bien que se estaba en Italia, lo genial que era la gente, el sol, el calor, y lo buenos que estaban sus vecinos. Me habló sobre lo geniales que eran sus amigas, que me las tendría que presentar, y di un respingo. Quizás ellas no sean tan simpáticas como ella. Quizás me odien. Estaba algo traumatizada desde los acontecimientos del curso pasado.
-Son mazo de majs, Car-me dijo, sonriendo.-¿Te gustaría conocerlas?
-Claro-contesté sin mucha ilusión. Dios, me imaginé la escena. Lo típico, chicas guapísimas versus chica normal. Me harían la vida imposible. Sería la marginada, la friki, la chica del montón. No quería serlo. Prefería atrasar el momento de conocerlas lo máximo posible.
Al rato mi tío Luis dijo que estaban el resto de tíos y primos en el restaurante. Nos dirigimos todos hacia allí. Mientras que no se le vantaban encendí el iPhone y le mandé un SMS a Paula, mi mejor amiga "SOS, reunion familiar. una prima, cata. dspues t llamo.xoxo" Lo apagué y nos levantamos todos en ese momento. Miré a Cata, que me daba la mano de nuevo. Se la di, contenta. "No ha sido tan malo".

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