9 may 2010

Capítulo 12: Confidencias

Aquélla era la habitación más bonita que hubiera visto jamás.
Era enorme. Originalmente pintada, con dos lados pintadas a rayas rosas, verdes y blancas (suena horrible, pero es realmente precioso), y los otros dos pintados de blanco. La cama estaba situada al fondo de la habitación, al lado de la pared, y los muebles estaban todos echos de madera blanca. Había estantes por toda una pared, llenos de objetos sacados de viajes inimaginablemente increíbles (según lo que me dijo: conchas de Punta Cana y de las Filipinas, una gorra de Boston, unas pulseras de Egipto, un marco de fotos de Camdem Market, una estatua de la libertad en miniatura, libros en inglés, castellano y francés, y una rosa falsa que le había regalado un chico en Canadá).El suelo estaba decorado con parquet, y al lado de la cama había una pequeña alfombra persa burdeos y beige. Algunas partes de la pared estaban tapados por collages que traslucían las horas de trabajo que se tuvieron que invertir para su fabricación; llenos de modelos, ropa, zapatos y demás. Alguna que otra bolsa de Abercrombie (por los modelos) estaban colgadas en la puerta. El armario era enorme. Estaba justo en la pared contraria, y era de cuatro puertas. Lo mejor era que detrás de la cama había unas puertas correderas que daban a una terraza inmensa, con vistas a la piscina y al jardín. Era preciosa.
Miré a Cata abobada. Se rió de mi cara.
-Tampoco es para tanto-dijo, e hizo un gesto quitándole importancia al asunto.
-Eres absurdamente imbécil si dices eso. ¡Es genial! Buah, que envidia tía. Me tienes que invitar más a venir, ¿eh?-bromeé. Nos reímos al unísono.
Se sentó en la cama, y empezamos a hablar de todo un poco. Le conté lo que me habían echo "las zorris" (así es como las he apodado) este invierno, la marginación, los días que no había ido al colegio por ellas...También como era mi mejor amiga, del chico por el que estaba loca, etc. Ella, por su parte, me contó que hay un chico que le gusta. Era muy amigo suyo, pero no se enteraba de que estaba enamorada de él.
-Es ideal, tía-me dijo, con cara larga.-No creo que le guste.
-¿Eres idiota?-le contesté, enfadada.-¿Cómo no va a estar enamorado de tí? Eres guapísima. Solo que es un chic, y son tontos. No se enteran de nada.
-Ya, pero creo que le gusta otra.-se quejó.-Si no, se habría fijado ya en mí, ¿no?
-Paciencia, Cata-le dije, comprensivamente.-Si te sirve de consuelo el chico que me gusta a mí tampoco lo sabe.
-Ah, ¿Pablo?-me dijo.-Entonces tienes razón, los chicos son idiotas-nos reímos.
El tiempo se nos pasó volando hasta que volvimos a la tierra y oímos llamar al timbre. Me miró con cara de aburrimiento.
-Ya seguiremos hablando otro día, ¿va?-me dijo, guiñándome un ojo.-No se lo cuentes a nadie, ¡o te mato! Sabes que soy capaz...Llamaré a la policía, te denunciaré, irás a la cárcel, te convertirás en una gorda chepuda, y...
-Lo capto, C-le dije, gruñendo.-No voy a hacer un evento sobe tu vida. Tengo mejores cosas que hacer.
-Guay, te ha quedado claro, ¿no? Pues entonces podrás vivir en paz, querida.
Me reí.
-Tranquila, soy una tumba-le dije, sonriendo. Bajamos las escaleras trotando. La tarde, por ahora, prometía de verdad.

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